Por Dianeth Pérez Arreola
Buena resultó la fórmula de traer artistas mexicanos de talla internacional de forma gratuita para amenizar la noche del 15 de septiembre en la capital de Baja California. El año pasado fueron Emmanuel y Mijares, esta vez la banda El Recodo. No hay que ser un genio para anticipar que esos grupos atraerán a miles de cachanillas.
Esa presencia multitudinaria es el marco perfecto para que la gobernadora, Marina del Pilar Avila Olmeda, se luzca en la ceremonia cívica, pues no sabemos qué tanto poder de convocatoria tendría ir al Centro Cívico sin un gancho del tamaño de El Recodo.
Como ya es costumbre, la ceremonia del grito fue alterada tanto por el presidente Andrés Manuel López Obrador como por Avila Olmeda, quien agregó a las mujeres, las niñas y los niños, los adultos mayores, todas las familias, la paz y el amor a los “vivas”.
La gobernadora se quedó a disfrutar del concierto que nos costó a los bajacalifornianos 8.5 millones de pesos, y posteó que en la madrugada se fue a comer tacos. Es fácil deducir por qué no encabezó el desfile del 16 de septiembre; por la misma razón que no asistió al del primero de mayo; no es fácil esconder las protestas y a ella no le gusta pasar malos ratos.
El colmo es que grabó un video agradeciendo la asistencia de los cachanillas al grito de independencia mientras hacía fila para pasar a Estados Unidos. No dijo por qué no fue al desfile, pero más tarde apareció presumiendo una camiseta de los 49’s autografiada por George Kittle. Sin duda hay prioridades.
Por otro lado, la alcaldesa Norma Bustamante había ya anunciado el martes en su mañanera que ella sí respetaría el protocolo del grito en la delegación González Ortega, cosa más o menos hizo pues solo agregó la igualdad de los pueblos a la arenga oficial. Allá también la presencia de la Sonora Dinamita atrajo a los mexicalenses, quienes llenaron el parque.
El resto del acto protocolario fue terriblemente mal. Unos minutos antes de la ceremonia estaban dando instrucciones a la escolta, a la banda de guerra y a la alcaldesa, de qué se tenía que hacer y dónde tenían que estar. Ayudantes iban y venían con los atriles y la estructura que sostenía a la campana.
Tras dar el grito, los organizadores iniciaron inmediatamente con el himno nacional -lo cual debe ser lo último- y contrario al protocolo, Bustamante ondeó la bandera y tocó la campana mientras se entonaba, y para colmo en las últimas estrofas colocó el asta con la bandera en el piso. Mientras todo esto sucedía, uno de los organizadores miraba al cielo como pidiendo que lo tragara la tierra.
La alcaldesa se llevó a una nutrida comitiva al grito de González Ortega, ahí estaban el secretario del ayuntamiento Daniel Valenzuela, gente de Relaciones Públicas y de Comunicación, y entre otros, el regidor José Ramón López Hernández. Precisamente ese mismo día publicamos que la investigación realizada por Sindicatura Municipal califica como una falta administrativa grave la cometida por el morenista, al dar apoyos sociales a sus asesores y la familia de una de ellos basados en estudios socioeconómicos falsos.
Ya con eso, lo decente sería apartarlo de todas las actividades oficiales posibles, pues ya está más que probado que incurrió en una falta y que tarde o temprano le llegará la inhabilitación por parte del Tribunal Estatal de Justicia Administrativa, que es lo que pide el PRI, que fue quien lo denunció. Y todavía queda pendiente la denuncia ante la Fiscalía General del Estado, pero con fiscal a modo seguramente no pasará nada, como no pasó mientras estuvo Ricardo Iván Carpio.
Ojalá José Ramón no se convierta en el Netza Jáuregui del municipio, y no lo arropen como la gobernadora hace con su amigo del Bienestar.
Y hablando del gobierno estatal, es más que evidente que desde ahí impulsan a nuestro Ana Guevara local, Erik “El Terrible” Morales, para darle visibilidad y proyección para su futura candidatura.
Muchos boletines lo llevan de protagonista, y es que -imagínense qué tan flaca está la caballada- que para las próximas elecciones Marina del Pilar lo quiere de candidato a la alcaldía de Tijuana… un “funcionario” que ni siquiera cumplía con los requisitos para ocupar el puesto que ostenta, para gobernar la ciudad más peligrosa del mundo. Avila Olmeda debe odiar a Tijuana.
Y al que según su esposa “no le gusta la atención” pero sorprendió como protagonista de un boletín es Carlos Torres Torres, a quien pretenden lanzar como abanderado de Morena por una senaduría. A quien ha sido acusado de sacar provecho de la rehabilitación de la zona de La Chinesca; a quien protege y hace negocios con Ariel Lizárraga y David Ramsés Cervantes Aguilar; al mismísimo operador de la extensión de mandato de Bonilla en el Congreso del Estado. Que no se nos olvide.
Leave a Reply