Algo cada día, por Fernando Ruiz del Castillo
Ante la falta de resultados, las autoridades de los diversos niveles han hecho de la simulación, una práctica permanente de sus gobiernos. Lo vemos a nivel federal, con un presidente que todos los días, desde su púlpito, simula atender la inseguridad, cuidar la economía familiar, reducir la pobreza, combatir la corrupción y dice estar decidido a acabar con la impunidad. Pero los datos oficiales y los escándalos que a diario descubren medios independientes, lo desmienten. Pero él simula que no le molesta y hasta se ríe de manera socarrona.
Igual ocurre en el Poder Legislativo donde, diputados y senadores de la república, simulan atender los reclamos de los ciudadanos, pero en realidad sólo se someten a las órdenes que reciben del hostal presidencial. Carentes de iniciativas propias, simulan generar propuestas, dictámenes y exhortos para legislar y fiscalizar las cuentas públicas, pero todo lo toleran y le pasan, siempre y cuando vengan autorizados desde Palacio Nacional.
Con los gobiernos de los estados y los ayuntamientos pasa lo mismo. La simulación se ha convertido en una política pública. Congresos estatales y cabildos hacen como que hacen, pero no hacen nada. La independencia de criterio, los pensamientos y las ideologías han quedado rebasadas por las ambiciones personales. Los compromisos sociales se guardan en un cajón para las próximas campañas, ya sea para una reelección o con otro partido, si el actual les niega la posibilidad. La genuflexión como ruta al éxito.
Lo expuesto el pasado jueves en la “mañanera” de la gobernadora Marina del Pilar Ávila, es una muestra clara de la simulación como ejercicio de gobierno. Es la expresión más rudimentaria de un supuesto ejercicio de justicia y del combate a la corrupción, la complicidad y el abuso de poder. Es el uso excesivo de la fuerza que da el Estado para exhibir a sus rivales políticos y advertir públicamente a todos quienes no estén alineados, lo que les puede suceder.
La desordenada, desarticulada y sesgada denuncia de la secretaria de la Honestidad y Función Pública, exdiputada Rosina del Villar, sólo subió los decibeles al ruidoso enfrentamiento que se traen la gobernadora Ávila Olmeda y el exgobernador Jaime Bonilla Valdez, alimentado por quienes simulan trabajar en sus equipos pero, por lo que parece, o lo hacen para ellos mismos o para otros bandos. Con eso de que a río revuelto, ganancia de pescadores, son muchos los que se han lanzado a los inmensos océanos de los presupuestos.
La exhibición de la funcionaria estatal, como bien lo dijo, son hasta ahora solo denuncias que presumen daños al erario estatal por varios millones de pesos cometidos por exfuncionarios de las secretarías de salud y Educación Pública. En la primera, involucra al extitular, Alonso Pérez Rico, y en la segunda evaden incluir a su exsecretario, hoy responsable de la Secretaría de Gobierno, Catalino Zavala Márquez y al actual responsable de la SEPBC, Gilberto Solís Benavides. La protección a los propios, es un mal mensaje.
Una denuncia pública que surge por la presión social y que se da en un momento en el que la credibilidad, confianza y simpatías de los bajacalifornianos por su gobernadora no se encuentran en su mejor momento y, por el contrario, continúa peligrosamente en picada. Era necesario un golpe extraordinario para tratar de reposicionarla y qué mejor que informar a los ciudadanos que ahora sí, el gobierno irá contra la corrupción y la impunidad, que no permitirá que quienes dañaron el erario sigan libres y burlándose de la justicia y que se aplicará la ley, “caiga quien caiga”.
Pero si bien es cierto que la sociedad bajacaliforniana exige que los corruptos de antes vayan a la cárcel y regresen lo robado, incluyendo gobernadores, también demanda que a los que hoy utilizan sus cargos para hacer negocios, cobrar el 20% del contrato por adelantado, los que siguen asignando licitaciones a modo, los que aceptan empresas fantasmas, los que crean negocios al vapor, los que lo mismo ganan licitaciones para surtir uniformes escolares que instalar pistas de hielo, los que siguen dando contratos de despensas a sobreprecio, los que favorecen a empresas desacreditadas en la preparación y entrega de alimentos a niños y presos, los que compran facturas, los que son futuristas, adquieren terrenos y adivinan el inmediato destino comercial de los mismos, también deben ser denunciados, investigados y llevados ante los tribunales.
No solo hay que ver por el espejo retrovisor, cuando tenemos el vidrio de enfrente que es mucho más grande. Los corruptos de antes están hoy y aquí en los puestos claves, simulando haberse regenerado y convertido, mágicamente, gracias a la 4ta. Transformación. Dejar que sigan robando de esa manera es seguir haciendo de la simulación, entendida y perdonando la exquisitez de mi francés, como el arte de hacernos pendejos, la permanente e inacabable política pública de cualquier gobierno. Así sea la 4T.
Finalmente, recordarles la máxima de que «los carniceros de hoy, serán las reses del mañana». Nada más para que quede constancia.
*Periodista con 46 años de experiencia, licenciado en periodismo, asesor en comunicación y marketing político, consultor de medios
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